sábado, 25 de abril de 2009

Quintín Oyarzo (1950-2009)




(Por Gilberto Villarroel). Este viernes se nos fue Quintín Oyarzo, periodista, amigo, padre de Francisco, esposo de Gaby. Lo conocí en 1985, cuando llegué a hacer mi práctica al diario "El Sur" de Concepción y, aunque era un poco cascarrabias e impaciente con los practicantes, se notaba que era el más avispado de todos los periodistas de la redacción, así que rápidamente empecé a hacerle caso y a seguir todos sus consejos. Mi práctica de tres meses se convirtió en una residencia de casi tres años, con contrato, en el diario. Y durante ese tiempo fue mi mentor y mi amigo.

Lo vi cubriendo sin temor alguno, en años muy oscuros, informaciones y casos sobre derechos humanos, conflictos sindicales, crisis universitarias y bajando a los pirquenes de Lota y Coronel en improvisados ascensores que los mineros hacían con neumáticos y cuerdas. Pirquenes que semanas después se inundaban, llevándose a los mismos trabajadores cuyas penurias Quintín había retratado fielmente en el diario. Vidas frágiles, como lo eran las nuestras en ese momento, expuestas a cualquier tipo de contingencia o a las políticas del Estado.

Supe de personas que recibieron su ayuda cuando era el periodista que trabajaba para el Arzobispado de Concepción, vi cómo prestó generosamente su casa para comidas entre líderes de opinión que requerían un ambiente más discreto para negociar cualquier cosa, me enseñó que las mejores exclusivas podían salir en medio de una noche de carrete, con apuntes escritos al pasar en una servilleta, lo vi entrevistar a dirigentes sindicales, tomando apuntes en su máquina de escribir, que tecleaba a una velocidad endemoniada, y luego, una vez terminada la conversación, arrancar con gesto triunfal de la máquina la carilla de papel amarillo con la entrevista perfectamente transcrita y editada, con encabezado y todo, llamar al fotógrafo para que retratara al dirigente, poner una hoja verde en la máquina para escribir la lectura de foto, sacar la hoja, poner una carilla rosada para escribir el título, juntar todo el material, doblarlo en dos y dejarlo caer sobre la bandeja del editor a una velocidad supersónica. Conversación terminada, nota despachada. Y así todo el día. Carilla tras carilla. Noticia tras noticia. El más rápido, el más prolífico.

La hora avanza y tengo que ir a su responso fúnebre. Qué raro llevarle flores a este amigo en particular. Un crudo y una cerveza, sí. Pero jamás habría imaginado que alguna vez le llevaría flores.

Otro día les contaré sobre sus andanzas como director de prensa de Radio Regional, en Concepción, en vísperas del plebiscito del 88, su desembarco en Santiago, su paso como editor por La Nación, con una curiosidad farandulera incluida (el Boloccazo) , su labor como editor en la agencia de noticias Orbe, en una oficina minúscula, y su tarea como director y fundador del portal de noticias Primera Plana. Detestaba a quienes no se sentían periodistas todo el día. A un periodista del canal 5 de Concepción lo retó una vez por dejar pasar una noticia porque andaba "como persona, no como periodista". "Eres periodista las 24 horas del día", afirmaba siempre e incluso le exigía esa dedicación a su esposa, la Gaby, y se enojaba si ella, profesora de matemáticas, no anotaba las patentes de los autos después de haber visto un choque en la calle.

Un abrazo, Quintín, ojalá nos encontremos de nuevo alguna vez, para ver cómo te ríes de todo con esa sonrisa malévola y pícara que te hacía brillar los ojos. Te vamos a extrañar...


LECTURAS DE FOTOS:

1.Mis queridos amigos Virginia Rioseco y Quintín Oyarzo, en una foto de archivo tomada en el diario "El Sur", de Concepción, entre 1986 y 1987.
2. Esta otra me la pasó Quintín en 2003, una vez que lo entrevisté para una nota en el portal de la BBC. Nunca lo había visto tan serio.

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